Proyecto "Maa Ganga"


Desde que el Dios Shiva liberó las aguas de sus cabellos, haciendo que naciera un rio en Los Himalayas, reconocido por la cultura hindú como Maa Ganga “Madre Ganges” por sus aguas purificadoras de la vida y la muerte, miles de peregrinos se dirigen, al menos una vez en su vida, a las ciudades santas para realizar las abluciones que los liberará de sus pecados y purificará sus almas.

En sus orillas y Ghats se celebran diariamente, al atardecer “Pujas Aarti”, rituales en los que se usa el fuego, en forma de lamparas de aceite y varitas de incienso, sobre los que los sacerdotes colocan sus manos y las levantan hacia la frente para conseguir la purificación de la Diosa. A continuación la dirigen a los miles de peregrinos congregados, que realizan sus plegarias de cara al rio.

Muchas personas, cuando ven cerca el final de sus vidas, se trasladan a esas ciudades y realizan sus inmersiones diarias, con el convencimiento de que si la muerte les sorprende allí, alcanzarán directamente el Nirvana, rompiendo la rueda del Samsara y evitando las continuas reencarnaciones en otras vidas para alcanzarlo.

Después se produce la incineración, a las orillas mismas del rio, sucediéndose enormes piras funerarias, donde los familiares esperan para depositar sus cenizas en él, tras lo cual, toda la familia se rapa el pelo en señal de luto.

Pero no todo es muerte. La vida fluye a lo largo del rio, donde se despliegan todos los oficios: Los carpinteros reparan las barcas que los pescadores llevan a faenar; perros y vacas merodean en busca de alimento; llegan cientos de peregrinos que hacen sus ofrendas y sus baños; los lavanderos tienden la ropa en los escalones; los ascetas Sadhus realizan su meditacion repitiendo interminables mantras; los Ahgoris no te dejaran indiferente con su aspecto primitivo y necrófilo, sus distintivos collares de huesos humanos; los luchadores Khusty realizan sus ejercicios y combates, mientras los niños se bañan alegremente.

Esa atmosfera que se respira de calma, serenidad, autocontrol, pobreza, abnegacion, solidaridad y espiritualidad nos aporta, ante todo, una enorme cura de humildad.

                                                                       Salvador López Caminata

                                                                                   Julio de 2018
































































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